Era agosto de 2010, tenía 6 meses por delante y mucho en que pensar. Por suerte lo primero a hacer es también lo más divertido y emocionante: elegir la ruta. Puse en una tabla todos los partidos que se jugaban durante los meses de enero, febrero y marzo (sabía que mi viaje tenía que estar entre esas fechas) y marqué los que consideré más importantes para mi. 
Primer boceto del calendario con todos los partidos "interesantes" que se jugaban en esa época.


Por aquella época yo tenía claras varias cosas: quería ir a Los Angeles a ver el "glamour" de los Lakers, quería ver jugar a los Jazz, a los Celtics y, por supuesto, a los Heat de Wade y los recién llegados Lebron James y Chris Bosch.

De aquello salió una lista de más de veinte partidos repartidos por diez ciudades diferentes. Había que acotar más la búsqueda así que mi siguiente paso fue observar en qué tramo de 2 semanas había más partidos marcados, partiendo de la base que yo empezaría mi viaje un domingo. A simple vista vi algo que me gustó: Utah jugaba contra Lakers en Los Angeles un martes, esa misma semana el domingo eran los Celtics que jugaban en el Staples Center y, unos días mas tarde los Heat del recién incorporado Lebron jugaban en Orlando contra los Magic de Howard.

Viendo esos tres partidos ya tenía cubiertas todas mis expectativas pero me encontraba con un dilema: ¿qué hacía en Los Angeles desde el martes que jugaba Utah hasta el domingo que jugaban los Celtics? Eran demasiados días para una ciudad que no ofrece demasiado turísticamente hablando. Analicé entonces todos los partidos que se jugaban entre esos días y vi dos cosas que me gustaron.

Justo después de jugar el martes en el Staples Center, Utah jugaba el miércoles un back-to-back ante San Antonio en Salt Lake City y, al día siguiente los Celtics jugaba ante los Blazers de, por entonces, Rudy Fernández, en Portland. El viernes lo tenía "libre" y podía volver el sábado a Los Angeles para ver jugar a los Clippers ante Charlotte.

Ese itinerario suponía todo un reto: vería tres partidos en tres días y en tres ciudades diferentes. No podía fallar nada, cualquier retraso de un vuelo o algún inconveniente climatológico podía hacer que no llegase a tiempo al siguiente destino y quedarme colgado en cualquier ciudad. Pero ese era un riesgo que estaba dispuesto a correr.

No todo estaba decidido. Una vez tenía en mente mi ruta ideal había que ver si era posible llevarla a cabo. El simple echo de no haber un vuelo directo entre dos ciudades, o que no hubiera un vuelo lo suficientemente temprano haría que todo se fuera al traste. Había que mirar también los horarios de los transportes públicos de todas las ciudades (para ir del aeropuerto al centro de cada ciudad y viceversa) para comprobar que todo el itinerario fuese viable y lo más económico posible.

Ahora empezaba el trabajo de verdad. Durante varios días dedicaba casi todo mi tiempo libre a buscar en internet toda la información necesaria para hacer de mi proyecto de viaje una realidad.


 

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