Jueves, 28 de Enero de 2011. Todavía era de noche y ya estaba despierto. Miré por la ventana y tenía la sensación de que hacía frío, realmente mucho frío. Mientras acababa de hacer la maleta tenía la tele encendida. Volví a ver las imágenes de los 39 puntos que Deron Williams había anotado hacía menos de doce horas. Estaba triste porque se acaba una parte importante del viaje pero a la vez emocionado por lo que había vivido y lo que me quedaba por vivir.

Al igual que el día anterior el conductor del autobús me recibió con una sonrisa (inimagible que en Barcelona alguien te reciba así a las 6 de la mañana) y me invitó a sentarme directamente, ya pagaría a la llegada al aeropuerto. El aeropuerto de Salt Lake City no es muy grande, pero aproveché bien el tiempo libre que tenía gracias a su Wi-Fi gratuito mientras desayunaba un par de donuts de Dunkin Donuts por 99 centavos cada uno (sí, en España vale 1.30 Eur cada uno, un robo).

Aterrizado en Portland me dirigí a coger el tren que conecta el aeropuerto con el centro de la ciudad. De todas las ciudades en las que he estado ha sido de los trayectos más sencillos que he tenido. Me sorprendió gratamente que la megafonía del tren sonaba tanto en inglés como en castellano. Como en el downtown de Portland el transporte público es gratuito (sólo hay que pagar si vas a las afueras de la ciudad) decidí coger un hotel céntrico y aprovechar el tranvía para ir y volver al Rose Garden.

Portland ha sido una de esas ciudades que me ha sorprendido gratamente y de las cuales me he arrepentido de no poder estar una noche más. Un pequeño paseo por el centro de la ciudad, visita al barrio chino y varias fotos desde la orilla del río. Una tarde realmente muy agradable. Fue en Portland donde probé por primera vez una cosa de la que me he vuelto completamente adicto: entré a comer a un Subway y, para beber, me da por probar algo nuevo. Le digo al chico que me atendía que, en vez de Coca-Cola como solía pedir siempre, me pusiera una bebida la cual desconocía que se llamaba Hi-c. Era un refresco con sabor a piruleta. A quien le gusten las bebidas dulces os invito a probarlo (existen otras marcas como la Cherry Coke o la Dr Pepper las cuales venden en los Carrefour o Club del Gourmet de El Corte Inglés que tienen un sabor muy parecido).

 
Siguiendo con nuestra historia... tras visitar la ciudad volví al hotel para refrescarme y me puse camino al Rose Garden. Cogí el tranvía que paraba justo al lado del hotel y en menos de 15 minutos ya estaba en la entrada del pabellón. Cuando pasé por la oficina "Will Call" del Box Office para recoger mi entrada me pasó una anécdota bastante divertida: al entregar mi pasaporte la señora del Box Office se dio cuenta de que un hombre con pasaporte español y de apellido Fernández estaba recogiendo una entrada en Portland (recordemos que por aquellos tiempos Rudy jugaba en los Blazers), así que con cara de sorprendida me preguntó si era familia de él. Rápidamente vio que no lo era cuando le dije que si lo fuera seguramente no hubiera pagado por la entrada.

Hasta la fecha yo había visitado el Garden de New York (un año antes), el Staples Center de Los Angeles y el EnergySolutions Arena de Salt Lake City. Mi impresión era que tanto en New York como en Los Angeles había pabellones espectaculares (por el tipo de ciudades que son) y que el resto serían más sencillos como el de Utah. Pues bien, me equivoqué. El Rose Garden no era un pabellón enorme pero sí lo suficientemente grande como para impresionar y su combinación de colores negro y rojo le daban un toque desenfadado a la par que elegante. A día de hoy sigue siendo uno de los pabellones que más me ha gustado.

Como tres días más tarde los Celtics jugaban en Los Angeles contra los Lakers, Doc Rivers decidió darle descanso a O'Neal. Aún así los Celtics ganaron sin demasiada dificultad a los Blazers bien comandados por Rondo, Pierce y Garnett. Me sorprendió gratamente el afecto que tenía la afición de Portland a Rudy. Aunque no tuviera muchos minutos el público aplaudía cualquier acción suya. Ese afecto se notaba también cuando hablaba con alguien y le decía que era español; en ese momento todos empezaban a contarte lo mucho que les gustaba Rudy.
 
Acabado el partido volví al hotel. La mañana siguiente también tocaba madrugar ya que íba a visitar Seattle. Esta vez no tenía que ir a ningún aeropuerto ya que haría el trayecto entre ambas ciudades en tren. 

Viernes, 29 de Enero de 2011. Aún estando la estación de tren de Portland cerca de mi hotel casi llego tarde. Me levanté justo de tiempo y el tranvía tardó más de lo esperado en pasar. Por suerte llegué a tiempo de coger el tren. Una de las decisiones más acertadas que he tomado nunca posiblemente sea el hacer el camino entre Portland y Seattle en tren. Durante las 3 horas y 40 minutos de trayecto el tren bordeaba lagos que parecían no acabar nunca, montañas que seguramente estén nevadas durante todo el año y pequeños pueblos típicos norteamericanos. Un recorrido encantador y totalmente recomendable.

La estación de tren de Seattle está justo al lado del estadio de los Seahawks, así que pasé a echar un vistazo. Quince minutos más tarde ya estaba instalado en mi hotel. El día que pasé allí fue de los mejores: primero tomé el monorrail para visitar el Space Needle y ver desde fuera el Key Arena, volví al dowtown para ver el famoso mercado de la ciudad y acabé paseando de noche por el puerto y cenando en el típico local de "fish & chips" junto a una pequeña estufa. Seattle es una ciudad que en cuanto vuelva a tener equipo de NBA visitaré seguro.

Estaba ya cansado después de cenar así que volví al hotel para dormir. El día siguiente volvía a oisar un aeropuerto, esta vez de vuelta a Los Angeles para visitar Hollywood y ver a los Clipperd de Blake Griffin.

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