Se acercaba la fecha. Aterrizaría el domingo en Los Angeles, donde estaría hasta el miércoles que cogería un avión para ir a Salt Lake City, el jueves volaría hasta Portland y el viernes cogería un tren dirección Seattle. Ya el sábado volvería a Los Angeles hasta el lunes donde cogería otro avión que me llevaría hasta Orlando. Unos días de descanso visitando Universal Studios y el viernes volaría hasta New York para regresar el sábado vía Ginebra. A Barcelona llegaría justo el domingo de la Super Bowl.
 
Aquí os pongo una imágenes para que podáis ver el planning más gráficamente:





 
24 de Enero de 2011. Todavía no había amanecido y ya estaba en el aeropuerto de Barcelona. Casi dos horas de vuelo entre Barcelona y Zúrich para enlazar destino Los Angeles con doce horas más de avión. Ese iba a ser uno de los días má
s largos de mi vida. Había empezado a hacer la maleta tan solo un par de horas antes, así que seguro iba a echar muchas cosas en falta durante el viaje. Por suerte el vuelo fue bastante tranquilo, muy largo pero tranquilo. Swiss es una de las mejores compañías en las que he volado y el sistema de entretenimiento a bordo es bastante bueno (si sabes inglés). Un par de películas, el típico pollo con puré de patatas para comer a bordo, algo de música y ya casi estaba aterrizando en el Aeropuerto Internacional de Los Angeles.
 
La llegada a Estados Unidos siempre es un poco caótica. Tras doce horas de vuelo lo que menos te apetece es coger tu equipaje de mano y empezar a andar rápido para ser de los primero en salir, pero hay que hacerlo. La mayoría tenemos que pasar por el control de inmigración y entre ser el primero o el último del avión puede haber, tranquilamente, una hora de cola. Una vez respondidas las cuatro preguntas de rigor rezas para que tu maleta haya llegado. La ves y respiras hondo. Pasamos el control de aduanas (este es más una lotería, te puede tocar o no) y ya estamos en la calle. Ahora sí, estamos en Los Angeles.
 
Cuando llegas en enero a Los Angeles te das cuenta de donde estás nada más salir a la calle. Sales de casa bien preparado con chaqueta y bufanda y doce horas más tarde te reciben más de 20ºC de temperatura. En Los Angeles hay un autobús (LAX Flyaway, ya hablaremos de él en nuestra entrada dedicada a la ciudad) que te lleva a Unión Station, y desde allí puedes coger el metro al Downtown de la ciudad. Como venía muy cargado de equipaje decidí contratar un servicio de traslado compartido desde el aeropuerto al hotel bastante económico (SuperShuttle). No son los más rápidos (vas dando vueltas al aeropuerto pasando por todas las terminales hasta que se llena la minivan) pero tampoco tenía prisa.
 
Casi tres horas después de aterrizar ya descansaba en la habitación del hotel. Encontré un buen precio en The Standard Downtown, un moderno hotel de 4* situado a 10 minutos andando del Staples Center. Como en Los Angeles era donde iba a pasar más noches preferí estar en un buen hotel para poder descansar bien y ya ahorraría un poco en el resto de ciudades.

Con un jetlag considerable y siendo ya las 20:00h, tuve las fuerzas justas para salir a dar un paseo por el downtown de la ciudad. Siendo una zona meramente de oficinas no era de extrañar que las calles estuvieran prácticamente vacías a esas horas. Bajé por Figueroa St. hasta llegar al Staples Center, hice un par de fotos y volví al hotel para descansar. De camino paré por un Subway (restaurante de comida rápida) cercano al hotel para llevarme algo al estómago; tres años más tarde, cuando he regresado a Los Angeles, he vuelto a cenar en el lugar donde empezó todo.

El lunes 25 de enero de 2011 fue un día diferente. Me levanté temprano, desayuné en un Starbucks cercano al hotel y me dirigí a coger un autobús que tardaba dos horas en llegar a Disneyland Resort en Anahaiem. Como en Orlando iba a visitar Universal Studios durante dos días, me decidí por visitar este parque en California. No estamos aquí para hablar de parques de atracciones, así que no creo que haga falta entrar en excesivos detalles.

Martes, 26 de enero de 2011. Esa tarde los Jazz comandados por Deron Williams visitaban el Staples Center de oro y púpura. En el bando contrario, Kobe Bryant y mi paisano Pau Gasol. La mañana empezaba con un tranquilo paseo por la playa; una hora de autobús separa el downtown de Los Angeles con Santa Monica. Todavía no eran las 10:00h de la mañana, así que no había mucha gente paseando. Tras visitar el famoso muelle (Santa Monica's Pier) con su parque de atracciones, fuí al sur a visitar Venice Beach. Dos ambientes completamente diferentes a tan solo veinte minutos caminando de distancia.

Después de comer cogí otra vez el autobús de regreso al downtown. Breve paso por el hotel y salimos dirección Staples Center. Todos los pabellones NBA tienen algo especial, pero cuando juegan los Lakers se vive todo un poco diferente. Lo primero que ves al entrar es una tienda donde tienen todo tipo de objetos y prendas de vestir de todos los equipos de Los Angeles. A poco que caminas dirección a tu asiento no dejas de ver cosas que en España son completamente inimaginables. ¿Un McDonalds? Sí. Una de las cosas que más me sorprendieron fue ver que hay un McDonalds dentro del Staples, a parte de pizzerías, etc etc

Llegué a mi "acceso". Andas un pequeño pasillo de unos diez metros y de repente ya lo tienes ahí, con la música pre-partido resonando, el parquet brillaba como si estuviera recién estrenado, el marcador... ¡Guau! es uno de los videomarcadores más grandes que he visto. Calientan Metta World Peace en una lado y, en la otra canasta, Jeff Hornacek le da balones a Gordon Hayward que no falla una. Esa noche iba a ser histórica para mi.

Bajan las luces, todo el mundo en pie y suena el himno nacional. Realmente lo sienten. Todos en silencio, el público estalla de emoción al acabar. De repente suena por la megafonía: "Starting lineup for the Utah Jazz..." la gente empezaba a abuchear; yo era el único valiente que aplaudía y gritaba: "¡Vamos chavales!".

Y entonces se para el mundo... todo a oscuras, una lona gigante cae desde el techo hasta el suelo del Staples Center rodeando el marcador. Suena la música y varios proyectores muestran imágenes sobre esa lona de más de 20 metros de alto. El público se vuelve loco. Gritos y más gritos mientras presentan uno a uno a los jugadores. Sencillamente la presentación más espectacular que jamás he visto.

Por desgracia no hubo partido. Los Jazz de la época de Deron Williams no se han caracterizado por hacer grandes actuaciones contra los Lakers. Kobre Bryant rompió el partido cuando quiso. Por suerte he visto jugar en directo a Lebron, Wade, Bosh, Howard, Melo, Pierce, Garnett... pero si hay algo que jamás olvidaré será ver a Kobe corriendo en contraataque desde la fila 7 del Staples. Sabes que va a anotar sí o sí, es el jugador que más confianza desprende de los que haya visto jugar jamás.

Tras la dura derrota no había tiempo para lamentaciones. En menos de 24 horas los Jazz jugaban en el EnergySolutions Arena contra San Antonio. Tocaba madrugar ya que por la mañana tenía que ir al aeropuerto a coger un avión. Destino: Salt Lake City.

 

2 comentarios:

  1. Me ha encantado el post! Soy un fan acérrimo de los Jazz (de hecho nací en Salt Lake City)y me ha emocionado la descripción del partido que haces!

    Saludos y GO JAZZ!

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  2. Ver jugar a los Jazz en Salt Lake City es algo emocionante, pero seguirles por la carretera te hace sentirte más involucrado con el equipo. Totalmente recomendable.

    Saludos!!

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